Aquel día, Carlos caminaba en la avenida, distraído, cuando se cruzó con una figura que le pareció familiar. Algún detalle, el color del cabello, la gabardina, el perfume quizás, lo detuvo. “¿Será mi vecina, la nena del piso doce?” Miró atrás, pensativo.
La señora también dio la vuelta para verlo a la distancia. Sonrió. Carlos se enamoró. Se saludaron de la mano y cada uno siguió su camino.
Ella pensó que era insólito toparse con su doctor por ahí. Pero esta estatura de gigante panzón con greña roja era inconfundible.
La semana siguiente, la señora llamó el consultorio para sacar cita. Le tenían mala noticia:
–Que pena, estimada. El doctor falleció hace tres meses. ¿Le agendo cita con su colega? En cuanto a Carlos, nunca volvió a ver su vecina.